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El hablador que se asomó a lo fantástico

Publicado: 2010-10-07

Aunque admiro mucho su trabajo y su capacidad investigativa, Mario Vargas Llosa siempre me pareció ajeno a lo fantástico, al tema central de este blog. Eso fue hasta que mi amigo Jorge Coaguila me prestó hace muchos años El Hablador, la novela en la que Vargas Llosa cuenta, en la voz de dos narradores, la historia de Saúl Zuratas, un estudiante de etnología que desaparece de un momento a otro, y aparece años después integrado a la sociedad machiguenga.

Y es a propósito de la transformación de Zuratas, que Vargas Llosa rescata algunos mitos de la amazonía que siempre lo ha seducido: los habladores que guardan la memoria de Tasurinchi y Kientibakori, el echarse a andar, las leyendas de la maternidad, todo en un solo paquete y con la maestría del arequipeño más querido por los peruanos.

Hoy que ha sido premiado con el Premio Nobel quería recordar este aporte de Vargas Llosa a la fantasía. Es mi modesta manera de sumarme a la celebración.

A continuación, un párrafo de El Hablador:

Le conté todo esto a Tasurinchi, el que vivía antes en el río Mitaya y vive ahora monte adentro del río Yavero. Pensativo, reflexionando, me comentó: «No lo comprendo. ¿Teme que su mujer sea una sopa¡ porque bota niños muertos? astas serían diablas también, entonces, porque no sólo paren muertos sino, a veces, sapos y lagartijas. ¿Quién ha enseñado que una mujer es bruja mala cuando lleva muchos collares? Desconozco esa sabiduría. El machikanari es brujo malo porque sirve al soplador de los demonios, Kientibakori, y porque los kamagarinis, sus diablillos, lo ayudan a preparar hechizos, así como al seripigari, brujo bueno, los diosecillos que sopló Tasurinchi lo ayudan a curar daños, deshacer hechizos y descubrir la verdad. Pero tanto el machikanari como el seripigari se ponen collares, que yo sepa».


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El cuervo sobre Palas

Un blog de Emilio Camacho, ambicioso aspirante a periodista